Una de las cosas imprescindibles a plantear en una ruta por Sudáfrica o durante una visita a Ciudad del Cabo, es reservarse un día para hacer un recorrido por la Península del Cabo. Y es lo que nosotros hicimos durante nuestro tercer día en Sudáfrica.

Nos despertamos temprano de nuevo para aprovechar bien las horas de luz ya que al ir en invierno, a partir de las 17.30 el sol empieza a caer.
Después de desayunar en un local cercano al hotel (y comprobar que quizá habíamos salido demasiado pronto) cogimos el coche y pusimos rumbo a conocer la increíble Península del Cabo de la que tanto había escuchado hablar.

Cuando empezamos a ver la Table Mountain comprendimos que habíamos elegido el bien el día anterior para hacer la visita a la montaña de la mesa, ya que una espesa capa de nubes estaba empezando a cubrirla y probablemente se mantendría cerrado el acceso todo el día.

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La primera parada del día sería la espectacular Camps Bay Beach.

Un entorno increíble en el que pudimos comprobar que los que tenían la suerte de vivir eran unos privilegiados por poder levantarse y ver eso todos los días.

Los 12 apóstoles (unas formaciones montañosas redondeadas) estaban cubiertos también de nubes, lo que hacía la vista un poco más especial; además la luz era muy bonita.

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Estuvimos un rato paseando por la playa y tuve la oportunidad de hablar con una chica que estaba practicando pilates en una roca. Le dije que era un sitio muy bonito para hacerlo y me contestó que se sentía una privilegiada de poder vivir allí.

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Nos dirigimos hacia Chapman’s Peak por una carretera escarpada de ensueño y viendo algunos carteles que ponía que se divisaban ballenas. No fue el caso.

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Hicimos un par de paradas en Noordhoeck y estuvimos un buen rato paseando tranquilamente y sin prisa en Kometjie, donde la gente desafiaba el agua fría haciendo surf.

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Estábamos completamente entusiasmados con los paisajes que estábamos viendo; realmente la fama que tiene la península es de sobra merecida.

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Hicimos otra parada, esta vez en Scarborough donde estábamos completamente solos y pudimos disfrutar de un bonito paseo por la playa.

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Y llegamos por fin al Cabo de Buena Esperanza; lugar de leyendas y fantasmas. Punto mágico y cargado de energía para muchos y sin duda, uno de los sitios más espectaculares de la Península.

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No pagamos entrada ya que la teníamos incluida en la Wild Card.
Nos dirigimos directamente a Cape Point, donde nada más llegar pudimos comprobar como los babuinos (baboons) pueden llegar a ser peligrosos y literalmente robar cajas de pizza a los turistas.

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No es broma, hay que tener mucho ojo con ellos, son mucho más grandes de lo que pensaba y como os digo nada amigables.

Lugar de grandes tempestades, de grandes naufragios e historias de piratas, antiguamente el Cabo de Buena Esperanza era llamada el Cabo de las Tormentas, y fue Carlos II el que lo rebautizó con el nombre actual.
Muy conocida es la leyenda del Holandés Errante; de la que se cuenta que el barco del Capitán Vanderdecken fue atrapado por una terrible tormenta cuando cruzaba el Cabo de Buena Esperanza y ahora cuenta la leyenda que a veces se divisa el barco en los días de tormenta…

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Es un lugar tan escarpado y con unas mareas y corrientes tan fuertes que aun hoy los barcos con las tecnologías más modernas le tienen cierto temor.

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Nos dirigimos al que erróneamente se le conoce como el punto más austral de África. Muchos se creen que en el cartel de Cabo de Buena Esperanza se encuentra dicho punto; pero no es así, sino que es en Cape Agulhas, en el inicio de la ruta jardín. Pero eso ya formará parte de otro post…

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El sitio es espectacularmente bonito lo mires por donde lo mires; eso sí, algunas olas daban mucho miedo ¡!

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Dejamos el Cabo de Buena Esperanza y nos dirigimos hacia uno de los sitios a los que más ganas le teníamos de la Península: Boulders Beach, para ver la gran colonia de pingüinos africanos.
De nuevo teníamos la entrada incluida con la tarjeta de parques nacionales (Boulders está incluido en el Table Mountain National Park).

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Una vez dejas el aparcamiento comienzas a ver a estos simpáticos animales mientras caminas por unas pasarelas de madera.
En ningún momento bajas a la playa (y menos mal, porque con la cantidad de gente que lo visitamos sería un desastre).

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La playa Boulders donde se encuentra esta colonia es preciosa, con esas rocas redondeadas tan características.

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El pingüino del cabo mide entre 45 y 70 centímetros y como máximo pueden llegar a pesar unos 5 kilos.

Nos parecieron super majos, son como señores pequeños y torpes.

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Desgraciadamente; desde el año 2010 se les considera como especie en peligro de extinción debido a la gran disminución que han sufrido en número durante el siglo XX.

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Actualmente están haciendo una gran labor de conservación y reproducción porque se teme que si de aquí a 15 años esta disminución del número de pingüinos no se para; hablaremos de ellos como animales extintos.

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Se nos había ido un poco el tiempo así que volvimos al coche y nos fuimos directos a Simon’s Town, un precioso pueblo pesquero situado a orillas de False Bay.

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Durante casi dos siglos, se ubicó aquí una de las bases navales más importantes de la Royal Navy.
Tan solo teníamos tiempo de disfrutar de la famosa calle con las bonitas fachadas de hierro; pero me consta que tiene una playa espectacular.

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Aprovechamos para comer allí (en uno de los pocos sitios que había abierto) antes de salir hacia nuestra última parada del día.

Terminábamos nuestro recorrido por la Península en Muizenberg Beach.

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Realmente no tiene mucho de especial el sitio en sí… pero las casetas de madera de colores tan características y que dan imagen a esa playa, le dan un encanto especial.

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Estuvimos un rato haciendo decenas de fotos desde diferentes encuadres hasta que se nos hizo casi de noche y el ambiente por allí no parecía demasiado recomendable.

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Volvimos ya de noche (las 18.00) a Ciudad del Cabo y después de descansar un poco en el hotel y poner en orden las notas, nos fuimos a Long Street al bar de las cervezas (en el que ya éramos conocidos y del que nos compramos hasta la sudadera del bar) donde ya aprovechamos para cenar.

No cabe duda de que la Península del Cabo merece la pena; sus paisajes y carreteras son preciosas y aunque no nos pudimos bañar en las preciosas playas solamente haberlas visto ya merecía la pena.

Recomendamos 100% guardar al menos un día disfrutando de los paisajes y lugares de la Península del Cabo.