Para nuestro tercer y último día en Budapest decidimos darnos un par de caprichos en forma de café.
Comenzamos el día desayunando en el bonito Café Gerbeaud en Vörösmarty tér. El café en sí es muy bonito, muy elegante, pero preparad la cartera porque 2 cafés, pastel y un croissant de mantequilla nos costó 6774 florines (unos 21 euros actualmente…); como veis nada barato; pero bueno, una de las cosas bonitas de Budapest son sus cafés y «una vez al año»…
La verdad que es un local precioso, sus salones son elegantes, con ese aire de finales del XIX con preciosas maderas, telas lujosas y grandes lámpara pero sobre todo con un servicio cuidado y exquisito.
Después del desayuno nos fuimos paseando hasta el Danubio hasta encontrarnos de frente con la bonita estatua de La Princesita, que más bien parece un duende por el tipo de gorro que lleva. Al parecer el escultor Laszlo Marton se inspiró en su hija pequeña disfrazada de duende. Nos pareció una estatua divertida, y debe ser una de las «atracciones» para los más pequeños porque vimos muchos niños fotografiándose con ella.
No lejos de allí vimos otra bonita estatua de una mujer jugando con un perro.
Continuamos nuestro paseo cruzando el Puente Isabel hacia Buda hasta que llegamos a la estatua de Sissi, para comenzar desde aquí un largo paseo por la zona de Buda cercana al río.
Dedicamos la primera parte del paseo a ver las grandes estatuas que nos encontramos de camino (típico este tamaño enorme en la época comunista) y a hacer fotos del bonito Puente de las Cadenas (tenemos cientos de fotos del puente… de un lado de otro, de una perspectiva, de otra…).
La segunda parte del paseo por esta zona la dedicamos a visitar alguna de las iglesias de Fo Utca como la iglesia de los capuchinos (calvinista) o la bonita iglesia de Santa Ana, donde estuvimos un rato sentados escuchando a un coro de niños que estaba cantando en ese momento.
Después de hacer unas fotos al Parlamento de nuevo (mira que es bonito…); nos volvimos en metro a Pest para ir al conocidísimo Café Nueva York.
Una visita a Budapest no está completa si no se visita este café; el más conocido de la ciudad y uno de los más conocidos de Europa.
El Café New York fue inaugurado en 1984 y desde entonces ha sido considerado uno de los cafés más bonitos de Europa e incluso del mundo. Su mayor momento de gloria fue durante el periodo de entreguerras ya que durante esos años Budapest vivió un momento de esplendor como centro cultural europeo
Entrar en el Café New York es entrar al lujo, decorado con preciosos artesonados, lámparas de araña, repujados dorados, todo muy barroco y rococó; pero con un servicio más que exquisito. Los precios son acordes al lugar (precios de lujo en comparación con otros sitios de Budapest); pero bien merece la pena sentarse y tomarse un café con un exquisito pastel, mirando a todas partes.
Estuvimos un buen rato sentados y nos tomamos 2 cafés y un trozo de tarta muy buena por 4800 florines (unos 15’50 euros), aprovechando para darnos una vuelta por las diferentes estancias del café.
Al salir volvimos al metro para ir a la zona de San Esteban donde además de pasearnos de nuevo entre los puestos del mercadillo aprovechamos para visitar la Basílica de San Esteban que hace honor al primer Rey de Hungría y donde se puede ver una de las reliquias más importantes del país (la mano derecha del rey).
Una vez dentro te das cuenta de lo enorme que es (por fuera no lo parece) ya que mide unos 55 metros por unos 87 de largo; y su cúpula con 96 metros es el punto más alto de Budapest junto con el Parlamento; además de ello se puede subir a una de las torres (nosotros en esta ocasión no subimos).
Comimos en un sitio muy recomendable en el local de al lado la Trattoria Coppola, un sitio digamos de comida rápida (pero tradicional) húngara en el que se come de pie en unas mesas que hay en el local. Comimos los dos muy abundante y barato (unos 3020 florines con la bebida). Se trata de Belvarosi Disznotoros en Karolyi Utca.
Como estábamos cerca, fuimos a visitar el edificio del Museo de Artes Aplicadas. No dudéis en entrar, ya que la entrada al edificio es gratúita (te cobran por entrar a las exposiciones). No solo el exterior es precioso, el interior con su techo acristalado es precioso.
Las exposiciones de telas, porcelanas, joyas… tienes mucha fama pero la joya de este museo es el edificio; tanto el su patio central como el resto de las zonas.
Como se hacía ya de noche, decidimos ir de nuevo a unos baños. Esta como teníamos la entrada gratuíta incluida e n la Budapest Card, nos decidimos por visitar los Baños Lukasc. Están en la zona de Buda, pero bastante alejados… después de salir del metro aun teníamos un buen tramo a pie ya que la zona estaba en obras y no encontramos ningún bus que fuese por allí en ese momento.
No tenemos fotos del interior ya que además de empañarse, no queríamos dejar la cámara en cualquier lado… Estos baños son muy pequeños (el interior), sin apenas turistas pero con mucha gente local, lo que hace que te puedas llegar a agobiar un poco porque puede haber momentos de estar con muchísima gente tanto en el agua como en los baños de vapor. Hay uno un poco extraño en el que entras y no se ve absolutamente nada…
La verdad, a nosotros no nos gustaron, y menos después de haber visitado los otros dos baños que visitamos… Se nos quedó en el tintero los baños Rudas, así que ya tenemos excusa para volver.
Al volver, volvimos andando aprovechando para maravillarnos haciendo fotos del Parlamento iluminado; porque si el Parlamento de día es precioso, de noche no se queda atrás. Puedes estar horas mirándolo.
Llegamos al Puente de las Cadenas de nuevo y después de hacerle alguna foto cruzamos y después de estar paseando por los mercados, nos fuimos a conocer otro conocido Ruin bar: el Puder, en la Raday Utca 8.
No nos pareció tan chulo como el Szimpla; está como más preparado digamos, como menos auténtico que el anterior; eso sí, igual de lleno. La gente estaba cenando ya, pero para nosotros aun era un poco temprano así que hicimos tiempo tomándonos dos cervezas grandes por 1100 florines.
Para la cena ya nos decidimos por un local italiano cerca del hotel, en Kecsmeti Utca donde cenamos un plato de pasta, 1 pizza y dos cervezas por 4740 florines; y de camino al hotel nos despedimos de Budapest ya que al día siguiente apenas tendríamos tiempo de mucho ya que nos fuimos temprano hacia el aeropuerto.
Como conclusión de nuestra visita a Budapest os diremos que nos ha sorprendido muchísimo, nos ha encantado. Y quizá nos ha superado, ya que no esperábamos que tuviese tanto de ofrecer. Al ir en diciembre, a las 5 ya era de noche y te cunde menos el tiempo (claro que tiene el encanto de los mercados navideños) pero volveremos en otra época con más luz para poder disfrutar de la magnífica arquitectura y de todo lo que ofrece al turista.
Tengo que volver a Budapest, me dejé muchas cosas por ver y además veo cosas nuevas. Un viaje superbien aprovechado. Cuando vuelva echaré mano de tus entradas. Un saludito 🙂
Sin duda es una ciudad para volver Pepa. Me alegro que pueda ser de utilidad. Un besico!