La noche anterior estuvimos hablando mucho sobre el planning de este día; sería nuestro último día en Roma.
Nos quedaba mucho por ver en Roma, pero también teníamos ganas de ver Ostia Antica… Lo que nos llevaría casi toda la mañana… Pero aun así decidimos que merecería la pena.
Para ir a Ostia, cogimos la línea B de metro hasta Piramide y allí sales a la estación y coges un tren (va de Porta San Paolo a Ostia) y te bajas en Ostia Antica (es uno de los que va a la playa y si no ya os fijaréis en las hordas de romanos que lo cogen para ir a la playa.
Al bajar del tren, tenéis un paso a nivel y cinco minutos escasos está la entrada al recinto arqueológico.
Aquello es enorme, yo no me imaginaba que fuera tan grande. Tengo que recordar que aquello es una excavación arqueológica, por lo que evidentemente, hay obras, toldos, incluso gente trabajando; lo digo porque he leído quejas de gente que no saben dónde van y se quejan de que haya toldos, o estén cosas apuntaladas.
Hay cosas que están muy bien conservadas, como muchos mosaicos, el teatro, o las malditas calzadas romanas que te destrozan los pies ¡
Estuvimos más de dos horas y media recorriendo el complejo y no lo terminamos de ver. Otra recomendación es informarse bien de Ostia, porque no tiene muchas indicaciones de lo que se ve. Una visita muy interesante.
Volvimos a Romay se acercaba la hora de comer. Así que nos dirigimos a un restaurante recomendado por la guía trotamundos. Más bien es una enoteca. “Enoteca Cavour 313”; no es la típica comida italiana… a mí no me gustó la verdad, es comida un poco rara, pero bueno en la variedad está gusto, y el agua como era del grifo no la cobraban.
La tarde se presentaba como no, intensa. Nos fuimos a Santa Maria della Concezione a ver la Cripta de los Capuchinos. Tenía muchas ganas de esta visita, y la verdad no me gustó mucho, Muy tétrica, muy estrecha, muy pequeña, con mucha gente y olor a cerrad, todo ello unido a que lo que ves son figuras formadas con huesos humanos, y esqueletos completos. La visita es cuanto menos, curiosa.
Salimos para ir a ver San Carlo alle Quattro Fontane pero estaba cerrada por las tardes al igual San Andrea al Quirinale. Así que aprovechamos para ver fuera la choza del Presi de Italia y ver también otras bonitas vistas.
Bajamos por las empinadas calles, sin rumbo fijo, callejeando y disfrutando de la tarde romana, sin prisas que es como mejor se disfruta Roma, y sin darnos cuenta, nos dimos de bruces con La Fontana di Trevi… mira que es bonita, nunca te cansas de verla ¡!.
Y como seguíamos de relax, nos fuimos de compras callejeando por la Via del Corso, llegando la Via Condotti viendo esos escaparatos prohibitivos… llegando a Piazza de Spagna y entrando en alguna que otra tienda.
Nos fuimos al hotel paseando a dejar las bolsas y darnos una ducha; y nos fuimos a cenar al Trastevere, de nuevo a Carlo Menta, donde tras cenar una rica cena y ver la Semifinal de España contra Alemania, paseamos por el encantador barrio y nos tomamos el postre en una terraza de Santa Maria in Trastevere.
Nos fuimos ya hacia el hotel, paseando por la noche romana, tristes, porque esa sí, era nuestra última noche en la Ciudad Eterna.