Por fín llegó el día más esperado de nuestro viaje por Egipto; después de años soñando con este lugar, por fin íbamos a visitar Abu Simbel.

Nos despertamos tempranísimo… tan temprano que eran las 3:30 de la madrugada… Nos vestimos y preparamos las cosas porque a las 4; puntuales, salíamos en furgoneta hacia Abu Simbel.

Como os contamos en el post de preparación, una de las razones principales de viajar a Egipto era visitar Abu Simbel, de ahí que escogiésemos que estuviese incluido en el viaje antes de contratarlo.

La excursión fue por carretera y aunque gran parte del camino lo pasamos durmiendo, si que de vez en cuando nos despertábamos porque la furgoneta para en los varios de controles militares que teníamos que pasar.

Antes de llegar, paramos en el arcén de la carretera porque estaba amaneciendo y pudimos disfrutar de una bonita salida del sol en el desierto.

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Después de varias horas por carretera, por fin llegamos a nuestro destino: el complejo de Abu Simbel.

El complejo de Abu Simbel, comprende dos grandes templos: el templo de Ramsés II y el templo de Nefertari (su primera esposa y su favorita de hecho).

La emoción que sentí en el momento que me bajé de la furgoneta es algo solo comparable a grandes momentos viajeros: la primera vez que vi el Coliseo, la primera vez que pisé Nueva York, contemplar la inmensidad del Gran Cañón o ver leones en libertad… No podía creer que al girar la esquina, esas moles construidas en la piedra fuesen a aparecer ante mí.

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Es curioso, porque a pesar de tener las expectativas tan altas, y de haber visto miles de fotos uno piensa que quizá le pueda decepcionar… todo lo contrario… IMPRESIONANTE.

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Cuando lo tuve de frente; me alejé del grupo, necesitaba estar yo solo frente a uno de mis sueños cumplidos: estaba en Abu Simbel, contemplando los colosos del Templo de Ramsés II.

Los templos de Abu Simbel, fueron construidos durante el reinado de Ramsés II y se descubrieron parcialmente en 1813 ya que estuvieron cubiertos por la arena durante siglos y finalmente se descubrieron en su totalidad en 1817 por Giovanni Battista Belzoni.

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La conservación de los dos templos fue complicada ya que con la construcción de la presa de Asuán, los templos desaparecían bajo el agua así que para conservarlos, fueron trasladados piedra por piedra con la ayuda de fondos internaciones reubicándolos a un lugar 64 metros más alto. Como ya sabréis; Egipto como agradecimiento, hizo importantes donaciones como por ejemplo el Templo de Debod de Madrid.

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Deciros que no dejan hacer fotos del interior; y de nuevo, el pirateo… se te acercan a pedir dinero y te dicen que si les das, te dejan hacer fotos… eso me mosquea muchísimo, así que hice dos fotos furtivas… Mira, que me cobren una entrada para poder fotos ni tal mal, pero que esté prohibido excepto si les das dinero…

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El interior del templo es sublime, con una gran sala hipóstila con 8 fabulosos pilares osiríacos que me dejaron con la boca abierta. Tras la segunda sala hipóstila se encuentra el santuario, del que se dice que cuando sale el sol, el santuario está ubicado de esa manera para que las estatuas se vayan iluminando de manera especial.

El templo más pequeño del complejo es el Templo de Hathor, dedicado a Nefertari y al propio Hathor, y si bien es más pequeño es igualmente increíble ya que su fachada está compuesta por 6 colosos en los que distinguimos a Ramsés II, Nefertari y Hathor.

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En la sala hipóstila se reconocen perfectamente las historias de Nefertari y Ramsés II y además en este templo encontraréis mucha menos gente que en el anterior (curiosamente, mucha gente ni entra…) y en el santuario se encuentra una representación de la diosa Hathor saliendo de la roca entre dos pilares osiríacos.

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Una vez fuera nos dedicamos a hacernos cientos de fotos y a volver a la fachada principal del templo de Ramsés II.

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A día de hoy puedo deciros, que para mí ha sido uno de los momentos más impactantes de mi vida viajera, y creo que es un lugar que todos deberíamos visitar al menos una vez en la vida.

Cuando nos fuimos de allí de nuevo a la furgoneta, me fui con una sensación de haber tenido poco tiempo… y realmente fue así, pero estas excursiones organizadas es lo que tienen; aun así el recuerdo es maravilloso.

Llegamos a la motonave casi, a la hora de comer, cansados porque aunque la visita a Abu Simbel no fue cansada, el madrugón había sido de órdago.

Después de la comida y un ratillo de tiempo libre en el barco, nos pusimos rumbo a la segunda parte del día: la visita al Templo de Philae.

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Conocido también como la perla del Nilo; el templo de Philae se ubicaba originariamente en la isla de Philae, pero en la época moderna fue trasladado a su emplazamiento actual, la isla de Egelica (ya que con la construcción de la nueva presa, se hubiese quedado inundado).

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Se le conoce también como el Templo de Isis ya que está dedicado a esta diosa (quizá la más universal de la historia egipcia).

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La vista a este fue una gozada, no solo por la ubicación privelegiada sino porque además de lo bonito que es, pudimos disfrutarlo nuestro grupo completamente en solitario con nuestro guía (y los guardas). Además la luz de la tarde hacía que la belleza del templo fuera aun mucho más evidente.

Además del tiempo con el guía, aun tuvimos más tiempo a solas para recorrer las diferentes estancias nosotros solos además de volver a visitar el santuario.

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Imprescindible visitar y pasearse por el pequeño templo dedicado a Hathor; diosa del amor, la música y la belleza.

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Además, en este templo se organizan diversos espectáculos en diferentes épocas del año, lo que lo hace aun mucho más atractivo.

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Al lado del templo había una especie de haima donde nos reunimos todos a tomar un rico té con menta.

Cuando volvimos a la lancha, las vistas del Templo de Hathor;  y sobre todo el atardecer desde la lancha, hicieron que la visita al Templo de Philae y el día en general fuesen inolvidables.

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Vuelvo a repetir;que a pesar de tener unas expectativas tan altísimas con respecto a Abu Simbel, la experiencia fue fabulosa en todos los sentidos. Es una satisfacción personal ir cumpliendo sueños poco a poco.

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Con respecto a la Isla de Philae; esta visita no estaba incluida en nuestro itinerario, y la pagamos a parte (30 euros por persona en total) porque nuestra gran amiga Beatriz Carrera nos insistió muchísimo y tenemos que decir que es todo un acierto, porque el templo es precioso y si además se visita con la luz de la tarde es una auténtica maravilla.

El día terminó con una visita a una casa de perfumes, que la verdad… no es nada reseñable, aunque es cierto que compramos un frasquito, pero realmente la visita no tiene nada importante que contar.