Una de las cosas que teníamos claras al visitar Barcelona era que queríamos visitar sí o sí La Sagrada Familia.

Tenemos que deciros que nuevamente las entradas no nos parecen nada económicas. La entrada más económica ya cuesta 15 euros a lo que le tienes que añadir 4’50 euros más si quieres visitar una de las torres como hicimos nosotros (cosa que NO recomendamos y más adelante os contaremos por qué).

Es más que recomendable comprar las entradas con antelación porque las colas que se forman son increíbles… de hecho una vez allí veréis que hay carteles que pondrán “entradas para hoy agotadas»…

En la web de compra http://www.sagradafamilia.org/es/tiquets/ tenéis todas las opciones de visita que hay, con guía, sin guía con audioguía…

En nuestro caso cogimos la entrada normal sin guía más la visita a una de las torres.

Nosotros fuimos por la mañana temprano, a la apertura para aprovechar mejor el día por Barcelona. Realmente las colas que se iban formando eran tremendas, pero es que cuando salimos aquello era increíble.

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El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia es la obra cumbre de Antonio Gaudí. Comenzó a construirse en el año 1882 y a día de hoy, su construcción sigue sin finalizarse.
Gaudí se empezó a hacer cargo de todo el proyecto con 31 años, y durante sus últimos años de vida se dedicó por completo y en exclusiva a ello.
Cuando Gaudí falleció en 1926 tan solo se había terminado una de las torres; y se supone que cuando se termine su construcción la Basílica tendrá 18 torres.
Las obras terminadas por Gaudí (la fachada del Nacimiento y la Cripta) fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2005.

El exterior es apabullante en detalles; no te alcanza la vista y una vez cerca no decepciona.

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La Fachada del Nacimiento (la imagen que todos tenemos en la cabeza) es de una riqueza artística solo digna de una genialidad como la que tenía Gaudí.

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Consta de tres pórticos divididos por dos grandes columnas (la de José y la de María): el Pórtico de la Caridad dedicado a Jesús, el de la Esperanza dedicado a José y el de la Fe dedicado a María.

La otra fachada, la Fachada de la Pasión se empezó a construir en 1954 siguiendo los bocetos que había dejado Gaudí.

Hay que destacar también las esculturas preciosas de la fachada. Esculturas como la última cena, la verónica o como la de fotografía inferior que muestra el Beso de Judas.

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Pero lo que realmente nos apasionó fue el interior. Una vez entramos, nos quedamos totalmente impactados, es realmente perfecta.

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El ábside lobulado, las naves laterales con cantorías para el coro, las bóvedas hiperbólicas, cubiertas piramidales… todo ello resultado de los profundos estudios en tema de acústica e iluminación que realizó Gaudí durante años…

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No sabes dónde mirar porque es todo de una belleza increíble, muy amplio, muy limpio.

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Me gustó particularmente el Cristo Crucificado.

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Las vidrieras son otro de los puntos fuertes de la Basílica, destacando las realizadas por Joan Vila y Grau.

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Después de pasar un buen rato por el interior (no pudimos bajar a la cripta) nos fuimos a visitar una de las torres. Cuando incluyes la visita a una de las torres (eliges una de ellas) lo eliges con hora y hasta que no llega ese tramo de hora no te dejan pasar al ascensor.

Bien… subes en ascensor y ya… nos pareció muy decepcionante (bien es cierto que no había leído nada previo sobre la subida a las torres) pero pensé que tendría unas vistas algo mejores o que se podrían apreciar los detalles mucho mejor; pero no, tan solo cruzas por un “puente” y bajas por otra torre… nada más, no hay miradores como en otros templos…

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Esto ya es una opinión personal, pero desde nuestro punto de vista os podéis ahorrar esta parte de la visita.

Lo único que nos gustó fue poder ver cerca algunos detalles del templo.

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Una vez bajamos de la torre echamos un último vistazo al interior y salimos ya hacia fuera a fotografiar algún detalle.

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Teníamos unas expectativas altísimas respecto a la Sagrada Familia (eran ya muchos años queriendo visitarla) y no nos defraudó para nada; al contrario, nos parece sin duda uno de esos sitios que hay que visitar al menos una vez en la vida (y sin duda alguna volveremos a visitarla en alguna otra ocasión). Si bien es cierto que las entradas no son baratas, merece la pena entrar… el interior es fabuloso (lo mejor para nosotros) y no cabe duda que es la obra culmen de Antonio Gaudí.

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