Retomamos los post relacionados con nuestra visita a Múnich durante Octubre de 2014 y lo hacemos con un relato complicado.
Después de estar visitando un poco la ciudad el día anterior, decidimos que ese día por la mañana iríamos a visitar el campo de concentración de Dachau y decidimos visitarlo por nuestra cuenta (tenéis varias agencias que se dedican a hacer visitar guiadas como por ejemplo los chicos con los que habíamos hecho el tour gratuito del día anterior por el centro de Múnich).
A mí personalmente me costó mucho decidir si hacer la visita o no. Alberto era el que más empeño puso en que quería ir y decía que es algo que hay que ver porque es parte de una historia que no tiene que volver a repetirse.
Ir por libre es sencillísimo: desde la estación central se coge el tren S2 (a nosotros dos billetes ida y vuelta nos costaron al ser sábado 14,20€ para los dos y eso nos incluía luego el bus urbano) con dirección PETERSHAUSEN y parar en Dachau y una vez allí al salir de la estación coger el autobús 726 hasta el campo. Es muy sencillo.
La entrada al Campo es gratuita, lo que se paga (si se quiere) es la audioguía que cuesta 3’50€ y el que quiera puede dejar un donativo.
Lo que antes era el campo de concentración de Dachau; desde 1965 es un museo conmemorativo instalado a iniciativa de los supervivientes a aquella barbarie.
Dachau fue el primer campo de concentración. Se abrió el 22 de marzo de 1933 (muy pocas semanas después del ascenso de Hitler como canciller) como campo de concentración para presos políticos.
Pero la realidad fue muy diferente. Dachau sirvió como modelo para todos los demás campos posteriores y si bien no se abrió como campo de exterminio (como Auschwitz) sirvió también como escuela de violencia para las SS que estaban al mando del campo.
Los prisioneros fueron gente de toda clase y condición: políticos, miembros reputados del clero (la mayor parte sacerdotes polacos), médicos, artistas, escritores…
Estuvimos toda la visita con el corazón en un puño y muy contenidos; os aseguro que entre nosotros apenas hablamos durante toda la visita.
Una vez pasas la verja de entrada te das cuenta del horror y te invade una sensación de inquietud sabiendo que aquello no es lejano en el tiempo, no estás visitando una sala de tortura del medievo y por tu cabeza pasan multitud de pensamientos.
Entramos a visitar la zona de exposición y museo en la que se pueden las espeluznates fotografías y leer toda la información acerca de las detenciones y las condiciones en las que allí se malvivía así como leer los experimentos y barbaries que se realizaban en el campo.
No hice fotografías apenas dentro de la exposición porque os aseguro que no me salía, no me lo pedía el cuerpo.
Tras visitar la zona museo salimos al exterior donde se puede ver lo grande que era el campo y donde puedes ver la recreación de uno de los barracones y darte cuenta de cómo se acinaban ya que los barracones fueron ideados para 200 personas y al final de la guerra en ellos se amontonaban más de 2000 personas en cada barracón.
Incluso el día estaba gris y con una neblina que hacía la atmósfera aún más triste.
En el campo había capillas, enfermería con depósito de cadáveres (que creció de dos a trece barracones) y barracones en los que se realizaban experimentos con los reclusos.
Fuera de lo que era el campo en sí se encontraba un campo de tiro en el que fueron ejecutados más de 4000 prisioneros rusos.
Imaginaos un invierno allí… Estábamos con los pelos de punta y aun nos quedaba la peor parte.
Seguimos avanzando y a lo lejos se veía una zona que era ni más ni menos que un prostíbulo que se instaló en 1944 y en el que se obligaba a las reclusas a prostituirse.
Seguimos avanzando y llegamos al crematorio y al entrar aquí la cosa ya fue peor; un edificio pequeño, con varios crematorios y una cámara de gas.
Al entrar en el crematorio y ver aquello la sensación como de ahogo fue a más…
Pero lo peor vino al entrar en la cámara de gas. Aquí ya no pudimos reprimirlo más y se nos cayeron las lágrimas.
Salimos de allí con muy mal cuerpo. Yo personalmente salí destrozado os lo aseguro. Sabía que iba a ser una visita dura pero no me imaginaba que tanto; estaba incluso mareado.
Así que decidimos poner fin a la visita.
Dachau se mantuvo abierto 12 años y en él murieron más de 41.500 personas.
El 29 de abril de 1945, las tropas americanas liberaron a los pocos supervivientes que quedaban y el campo quedó clausurado.
Fue una visita dura; muy dura (no quiero imaginar lo que tiene que ser visitar Auswitz), no os vamos a mentir, sobre todo por volver a darte cuenta de las barbaridades que el ser humano es capaz de realizar y de reafirmarnos en la idea de que los nacionalismos, los fanatismos y las mentes obtusas y cerradas son capaces de llevar al hombre al punto de cometer tales actos inhumanos.
A mediodía volvimos a coger el bus hacia la estación de Dachau y cogimos el tren S2 esta vez dirección ERDING y nos bajamos en Marienplatz todavía con el corazón encogido.
Ha de ser muy duro, pero sin duda es una visita que realizaremos.
pensamos como Alberto y solemos visitar lugares históricos por duro que resulte…
Eso si, seguramente la visita nos deje igual que a ti…
un abrazo y gracias por contar los detalles dela visita, siempre vienen bien para saber organizarla.
Gracias a tí Verónica.
Hostias, fui hace 30 años y podía haber hecho el mismo relato, con las mismas sensaciones. Apenas hablamos en el recorrido. El museo me impresionó hasta el punto de tener que salirme, y te juro que soy bastante dura, bien es cierto que entonces tenía 20 años.
Pero opino como Alberto, todos debíamos ir, a ver si alguno se replanteaba sus ideas.
Impresionante relato.
Es uno de esos sitios que te encogen el corazón.