Como va a venir siendo habitual en todas las etapas de nuestros viajes. Madrugón.

Es curioso estar de vacaciones y madrugar y que no te importe nada hacerlo, aunque estés cansado y tus pies no quieran seguir al resto de tu cuerpo.

Tomamos un buen desayuno muy tranquilos, y nos pusimos rumbo a un nuevo día lleno de sorpresas.

En nuestro segundo día en la Serenissima  visitaríamos la zona más céntrica de Venecia, los Sestieres de San Marco, San Polo y Santa Croce.

 Salimos Rumbo hacia la Piazza San Marcos, y de ahí al Palazzo Ducale ya que teníamos reservada la visita de “Los itinerarios secretos del Palacio Ducal” a las 09.30. Llegamos media hora antes para recoger las entradas, y te hacen pasar al patio principal hasta que llega el guía y se forma el grupo; y mientras tanto puedes recorrer el patio por tu cuenta e ir dándote cuenta de la belleza, la delicadeza y la opulencia del Palacio, eje central de la vida pública en la época de esplendor de la República.Por cierto que las entradas las pagamos una vez allí, 16 euros, pero tengo entendido que actualmente deben estar sobre 18 por persona. Pero como os explicaré a continuación, merece de sobra la pena pagar por esta visita.

 Después de dar un paseo por el patio y disfrutar de él prácticamente solos, nos dirigimos al punto de encuentro, y nos pusimos un poco nerviosos, porque allí no había nadie, ni turistas, ni guía… algo un poco raro… Nosotros escogimos la visita en italiano (ya os comenté que no la hay en español) ya que pensamos  que la podríamos seguir mejor que en los otras opciones.

Pues bien, a las 9.30 en punto llegó la guía, pero nadie más; así que increíble pero cierto, ¡La visita sería exclusiva para nosotros solos!

Comenzamos la visita subiendo por la preciosa y recargadísima Scala d’Oro y ahí ya nos empezamos a cruzar con muchos turistas. Pero fue de risa ver la cara que se les quedó al vernos entrar por una especie de puerta secreta con la guía, ahí comenzaba la visita.

Vas viendo la sala de los escribientes, y te explica como por fuera se ven unas ventanas grandes y opulentas, pero realmente son un ventanuco por el que apenas entra la luz y vas pasando a las salas del Consejo (Inquisición pura y dura), las salas en las que se llevaban a cabos los interminables interrogatorios y por las salas de tortura, en las que todavía se conservar algunos de los métodos utilizados. La guía se intenta explicar incluso en español, haciendo una visita de lo más amena.

Después vas pasando por las celdas y te muestran la celda dónde estuvo confinado el famoso Casanova y te cuenta como logró huir (no quiero desvelarlo… tendréis que ir Venecia para descubrirlo). Mientras tanto la guía nos cuenta multitud de curiosidades de la época, como los sistemas de calefacción o ventilación.

Cuando terminas la visita ya te unes al resto de turistas y te permiten seguir tu visita por libre.

Puedes ir viendo las diferentes salas del Senado, de las 4 puertas, del Gran Consejo y todas ellas como no repletas de obras de arte de Tintoretto, el Veronés,  Ponchino… Y en la sala de los 3 Capi, puedes quedarte maravillado (como fue mi caso) con un cuadro de El Bosco que recuerda mucho a su conocido “Jardín de las Delicias”. Sigues la visita y llegas a la Sala della Bussola dónde se encuentra uno de los múltiples buzones que se podían encontrar por toda la ciudad para realizar denuncias secretas.

Llegas a las prisiones de los prisiones de menos estrato social, y se te ponen los pelos de punta de pensar en la cantidad de gente que pasó por allí, la humedad, la oscuridad, el frío… Se ven incluso marcas y pintadas… Increíble. Y llegas por fín al interior del famoso Puente de los Suspiros. Suspiros que mucha gente piensa que son de amor, y nada que ver… Se llama así porque por allí pasaban los presos y desde la calle se escuchaban los lamentos y suspiros porque sabían que jamás volvería a ver la luz.

 Salimos totalmente maravillados de la visita al Palacio Ducal, es verdaderamente exquisito y de una belleza sublime.

 Después nos fuimos hacia un lateral de la Plaza de los Leones (Calle Basso) a dejar la mochila en la consigna y así poder entrar a la Basílica sin hacer cola; ya que solo iluminan la basílica de 11.30 a 12.30.

Una vez que entras a la Basílica… no hay palabras para describir lo que ven tus ojos. Es realmente maravillosa, y no puedes cerrar los ojos en ningún momento. Todo te resulta embriagador. Esos mosaicos dorados, esa luz dorada, es increíblemente bonita. Hay muchísima gente dentro, pero yo me evado del mundo, no existe nadie en ese momento, estoy yo solo, y me maravillo mirando a los pantocrátor pintados en esos tonos azules sobre dorados.

Nos dirigimos a ver la Pala d’Oro (1’50€ de “donación”), y no quiero ni pensar todo lo que debe costar… y aunque esté protegida por un cristal y mucha gente lance flashes a pesar de las prohibiciones te resulta exquisita.

 Llega un momento en el que te sientes muy muy pequeño al estar rodeado de semejante belleza.

Nos dirigimos hacia la zona de la terraza (volviendo a pagar, 6 euros en aquel momento, por el acceso al museo). Allí aparte de salir a la terraza y ver las bonitas vistas, puedes ver los caballos originales en bronce (los que hay fuera son una copia). Probablemente los caballos datan del siglo III y son obras romanas con alguna que otra connotación griega.

Otra cosa de poder subir a la zona de arriba es poder ver y admirar toda la basílica desde la zona alta, lo que te hace apreciar más aun su increíble belleza.

 

Ya era hora de bajar, no sin antes echar un último vistazo antes de que se fuera la iluminación, para dirigirnos hacia Il Campanile.

Me pareció un precio excesivo 8 euros para poder subir, así que tras volver a pagar (creo que fue el día en el que más pagamos por todo). Pero una vez que llegas arriba se pasa el mosqueillo de haber pagado.

Toda Venecia se muestra a tus pies, puedes observar la Piazza, el Ducale, la Basílica, la Isola della Giudecca, San Giorgio… Si sois un poco claustrofóbicos quizá os recomendaría no subir, ya que el ascensor lo llenan al máximo y los espacios una vez arriba son un poco reducidos.

 

Cuando bajamos, decidimos dar una vuelta por la plaza aprovechando a sacar alguna foto.

La siguiente parada era cruzar hasta San Giorgio para subir a su campanario; pero según nuestra información no abría hasta las 14.30 así que nos fuimos a Pizzería L’Angelo a comernos unos buenos trozos de pizza.

 De nuevo con el estómago lleno, nos dirigimos de nuevo hacia La piazza San Marcos para ir a la parada del vaporetto que nos llevaría a San Giorgio.

Eran como las 14.00 cuando llegamos y estaba abierto (a lo mejor ni cerraron). Tras pagar 3 euros, subimos al campanario y desde mi punto de vista, las vistas son muchísimo más espectaculares. Las vistas hacia la orilla de San Marco, hacia la laguna, hacia la Salute, son verdaderamente bonitas.

Si vais justos de tiempo y de presupuesto; yo personalmente recomiendo ir al campanario de San Giorgio. Hay menos gente (nosotros estuvimos solos un buen rato) y las vistas son muy muy bonitas.

Tras bajar del campanario y coger el vaporetto de vuelta, nuestra primera intención; tras tomar un buen par de capuccinos calientes, era visitar los barrios de San Polo y Santa Croce y a poder ser ir a ver la gran colección de arte moderno de Ca’ Pessaro, pero de camino vimos una pequeña tienda de perlitas de cristal de murano en la que el artesano estaba fabricando in situ alguna perla. Decidimos entrar a echar un vistazo que resultó ser un vistazo de casi dos horas de charlas con los dueños de la tienda, y alguna compra de alguna que otra perla artesanal. (La dirección que tengo es “Le Perle del Dogue”; CASTELLO 5468).

Ca’ Pessaro no pudo ser, (ya tengo otra excusa para volver a Venecia, tengo tantas…) y nos pusimos a correr un poco porque había alguna iglesia que quería ver.

Visitamos las Iglesia de San Polo; pero sin duda alguna, la que merece más la pena es Santa Maria Gloriosa dei Frari. Su interior es el que más nos gustó de las iglesias que visitamos en Venecia. En ella puedes ver monumentos funerarios impresionantes, y lo mejor, la que se considera la obra maestra de Tiziano (a mí me encanta) “La Asunción”. También nos gustó mucho el Coro dei Frati con unos 124 asientos esculpidos por Marco Tozzi en el cinquecento y que se conserva intacto. Mención especial también los monumentos a Cánova y Tiziano, así como los monumentos a algunos dux.

Del frari nos dirigimos a San Aponal: esta iglesia digamos que es curiosa, se supone que data más o menos del siglo XII, que fue reconstruida en el XV y ha sido molino, albergue para indigentes, prisión…
Y seguimos caminando y llegamos al Campo San Rocco y vemos la preciosa fachada de la Scuola Grande di San Rocco (muy recomendable).

 Y ahora si nos dispusimos a perdernos por los muchos rincones, esquinas y soportales de los barrios de San Polo y Santa Croce. Yo me había empeñado en buscar el Ponte delle Tete y buscándolo nos perdimos varias veces, encontrando el Ponte Storto (uno de los muchos puentes torcidos de Venecia) y tras perdernos muchas veces y pasar varias veces por él sin darnos cuenta, encontramos por fin (ya era noche cerrada) el Puente de las Tetas. Me empeñé en encontrarlo porque a mi modo de ver tiene una historia curiosa:

– La primera versión dice que esa zona de la Fondamente delle Tette, era ya una zona consagrada y permitida (por un decreto) de prostitución, y que las señoras de vida alegre, mostraban sus encantos al aire en los balcones y el puente para uso y disfrute de los señores usuarios.
– La segunda versión, que es la más aceptada por los venecianos de siempre e historiadores, es que los marineros al pasar muchos meses embarcados pues claro, como la carne es débil se entregaban unos a otros así que el dux de la época dictó un decreto que permitía que las mujeres (prostitutas o no) mostraran sus pechos para que a los hombres les volviera “la masculinidad”. También se dice, que la sodomía estaba “muy de moda” en esa época y el dux (que también se rendía a ella) quería salvaguardar la imagen de la Serenissima. Una curiosidad más: como a las mujeres no se les permitía embarcar, los marineros se llevaban al “Rechón” de a bordo (creo que la traducción en dialecto veneciano es “marica”), al que distinguían poniéndole un pendiente en la oreja, y los demás marineros… pues eso; incluso muchos de los “rechones” volvían muertos o casi muertos…

 

Seguimos callejeando; disfrutando como verdaderos venecianos, del encanto de las calles oscuras, de los soportales escondidos, del misterio de sus esquinas, hasta que dimos un poco escondido en un soportal con la trattoria “Al nono risorto” en la que reservamos para cenar al día siguiente.

 Decidimos volver paseando hasta la zona de San Marco ya que habíamos quedado para cenar con unos conocidos en los coincidíamos esa noche allí. Así que tranquilamente fuimos paseando hacia Rialto (pasando por San Giacomo di Rialto y viendo la estátua de Il Gobbo di Rialto) y llegando a un concurridísimo puente Rialto.

En lugar de seguir a la gente que se dirigía a San Marco, nosotros, nos metíamos por calles oscuras y estrechas, misteriosas y lúgubres, sintiendo esos barrios como nuestros.

 Tras una buena cena, decidimos irnos ya a descansar al hotel y recuperar fuerzas para el día siguiente…