Llegó el ansiado día, por fin nos íbamos a Venecia ¡! (aún a día de hoy, no soy consciente de haber estado allí…). Después de años leyendo historias sobre Venecia, viendo fotos, documentales, películas… por fin iba a verla con mis propios ojos.

La compañía con la que volamos desde Madrid, era Vueling. Bueno otra lowcost (mejor que otras desde mi punto de vista) y en poco más de dos horas ya estás divisando Venecia desde el aire.

En nuestro caso, llegamos al aeropuerto Marco Polo a las 9.10 de la mañana y nos dirigimos directamente al punto “hellovenezia” para recoger y activar los bonos que habíamos comprado previamente por internet. (No tiene pérdida está de frente justo antes de salir de la terminal).

Como os expliqué en la anterior entrada, nosotros escogimos la opción de ir en autobús hasta Piazzale Roma (la opción de llegar en lancha nos pareció muy cara para solo dos personas). Sales de frente y ya te encuentras las paradas de autobuses, cogemos el autobús nº 5 y mi estómago está lleno de mariposas… y en media hora escasa, llegamos a Piazzale Roma! Un sitio horrible lleno de coches, gente, maletas, autobuses… pero te das la vuelta… Y se abre ante ti el Gran Canal con el famoso y controvertido Ponte di Calatrava (puente que a los venecianos no les gusta demasiado porque “rompe” con la armonía de la ciudad.

No os puedo describir con palabras la emoción que sentí en ese momento, los enamorados de Venecia como yo sabrán a lo que me estoy refiriendo…

Y ahora sí, ya estamos en Venecia, así que nos vamos a coger el vaporetto para ir a nuestro hotel. Cogimos el vaporetto nº 1 que es el recorre todas las paradas del Gran Canal.

Una vez que te montas ya sabes que lo que te espera casi se escapa a la realidad. Creo que desde que llegúe hasta que me fui de Venecia mi boca estuvo siempre abierta. En el vaporetto se mezclan turistas y venecianos, maletas y carritos de bebe, conocidos y desconocidos; yo me meto entre la multitud de gente, cámara en mano para divisar los preciosos palacios venecianos que saludan al gran canal.

No sabes hacia qué lado mirar porque son todos maravillosos, tu mente se transporta a otro tiempo, a tiempos de esplendor, de bailes y grandes recepcione; mientras te maravillas con el Palazzo Foscar-Contarini, el Palazzo Balbi, el Gritti, y vemos también del otro lado el Palazzo Labia (aquel de una famosa familia catalana de la época; nuevos ricos, que para demostrar su grandeza y opulencia, servían la comida de sus fiestas en una vajilla exquisita y que después arrojaban por la ventana. Lo que sus invitados no sabían era que tenían a sirvientes en el canal esperando para recoger la vajilla).                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 kak

Y el vaporetto sigue su ritmo y ahí tienes el Fondaco dei Turchi, el Ca’ Pessaro, y por fín el maravilloso Palazzo Ca d’Oro; un ejemplo maravilloso del gótico florido veneciano y sin duda, uno de mis palacios preferidos. Todos los palacios son encantadores de una u otra manera, no puedes apartar tu vista de ellos cuando de repente comienzas a divisar el espléndido Ponte Rialto y poco a poco llegas al bonito Ponte alla Accademia (precioso) y vas divisando a lejos la increíble Santa Maria della Salute mientras ves el Palazzo Barbarigo (muy muy bonito).

Y así extasiados sin saber ya dónde mirar, llegamos a nuestra parada, San Marco. Ya pensábamos que no podíamos maravillarnos más, yo incluso pensaba que ya está que ya era imposible ver cosas más bonitos… pero la aventura acababa de empezar…

      

Bajamos del vaporetto y seguimos a las hordas de gente, y de repente ves las dos columnas que dan acceso a la Piazza, y se abre ante ti el Palazzo Ducal, La impresionante Basílica de San Marcos, el orgulloso campanile y la increíble Plaza de San Marcos… No podía creer que mis ojos estuvieran captando tanta belleza, era una sensación impresionante. Sensación que yo no sabía, pero que perduraría en el tiempo.

 Tras dar una vuelta por la Plaza y pararnos a hacer infinidad de fotos, miramos el mapa intentando buscar la calle de nuestro hotel, y después de perdernos varias veces, llegamos por fin. Hacemos el check-in y disparados nos vamos ya a recorrer los rincones venecianos.

Teníamos claro que queríamos comenzar nuestra aventura recorriendo el sestiere de Dorsoduro; así que al salir del hotel callejeamos un poco por la zona de “Le Mercerie” que está muy próxima a San Marco y en la zona de nuestro hotel y nos fuimos paseando hasta Santa Maria del Giglio donde ya compramos el pase Chorus para ver las iglesias. En esta iglesia ya nos dimos cuenta que nos esperaban grandes obras de arte en Venecia ya que pudimos ver “Los Evangelistas” de Tintoretto. Al salir de esta iglesia, nos dirigimos hacia el Campo Santo Stefano (los campos venecianos, son lo que conocemos como plazas) dónde podéis ver los Palacios Loredan, Pisani o Morossini o la iglesia Santo Stefano y su famoso campanario inclinado (no es el único, creo que todos los campanarios de Venecia están inclinados).

Caminar por los barrios venecianos es una experiencia increíble, en cuanto te alejas un poco de San Marco, ya sientes la esencia Venecia y te sientes como uno más, te encuentras con la gente de barrio haciendo su vida normal, porque a pesar de lo que diga la gente, Venecia tiene vida propia.

Seguíamos paseando un poco sin rumbo, sin prisas y dejándonos llevar por el embrujo veneciano cuando de repente nos encontramos; casi sin darnos cuenta, con el precioso Ponte alla Accademia (creo que es el puente que más me gusta). El puente actual es una copia de la estructura original ya que en el periodo fascista fue destruido (el original era una estructura de hierro) y ha sido conservado así por petición popular.

No entramos a las Galerías de la Academia porque no queríamos perder mucho tiempo, y porque parte de los cuadros que más nos interesaban estaban cedidos para una exposición (si no me equivoco en Nueva York).

Llegamos al Campo San Barnabá y muy cerquita encontramos un tienda de máscaras preciosa, con un cartel en el escaparate. Es la tienda dónde confeccionaron las máscaras para la película de Kubrick “Eyes Wide Shut”.Entramos a echar un vistazo y la dependienta muy amable (como todos los venecianos, ¡Viva la amabilidad veneciana!) nos dejó probarnos alguna máscara y sacar alguna foto

Continuamos con nuestro paseo y vamos a parar al Squero di San Trovaso, donde se pueden ver los famosos talleres artesanales de reparación de góndolas (si tenéis suerte incluso podéis ver a los artesanos trabajar).

Y damos con el Ponte dei Pugni. Puente famoso por las peleas entre las bandas de los distintos barrios. Se peleaban en el puente hasta conseguir tirar al agua al adversario.

En ese momento nos dimos cuenta que queríamos ver la fachada de I Gesuati así que nos dimos media vuelta y nos fuimos a verla. Y de nuevo media vuelta, dónde por fin paramos un rato a descansar un poco en el Campo Sta. Margherita, dónde en el recomendadísimo “Pizza al Volo” pudimos comprar unos enormes trozos de pizza y un par de bebidas. Las pizzas estaban muy pero que muy buenas.  Es una opción totalmente recomendable y baratísima para poder seguir el camino sin perder mucho tiempo. En el mismo campo nos tomamos un par de capuccinos (aprovechad los bares para ir al WC o comprar la tarjeta de los lavabos públicos).

Tras el merecido descanso, nos pusimos camino a Ca Rezzonico (echando un vistazo por fuera a la Scuola Grande dei Carmini) un Palazzo convertido hoy en museo del XVIII veneciano. Visita muy recomendables si queréis haceros una idea de la vida en aquella época ya que guardan muebles, lozas, lámparas muy recargadas de cristal, cerámicas. Pero para mí la joya de la corona es la “Dama Velata”, un busto precioso de una chica aparentemente joven con el rostro tapado con un velo transparente. El autor; Antonio Corradini, consigue unos efectos en los pliegues del velo increíbles.

Interesante también la colección de pinturas costumbristas.

En la entrada del museo se conserva una auténtica góndola de aquella época.

Decidimos seguir paseando por Dorsoduro y disfrutando de muchas calles solitarios y rincones verdaderamente preciosos. Nuestra intención era llegar a Santa Maria della Salute, pero no teníamos prisa, y cuando nos dimos cuenta, estábamos frente al fantasmagórico Palazzo Dario, aquel del que cuenta la leyenda que está maldito y que todos sus dueños acaban muriendo en extrañas circunstancias.

Por fin llegamos a Santa Maria della Salute, si ya por fuera es bonita es bonita y llama la atención, por dentro aún lo es más. Su autor; Longhena (autor también de Ca’ Pessaro y Ca’ Rezzonico), revolucionó la arquitectura con esta obra de planta octogonal. Muchos son los que piensan que el hecho de que la planta sea octogonal es por motivos místicos y misteriosos.

Santa Maria della Salute tampoco se libra de tener leyendas, y es que se cuenta que en la construcción muchos niños desaparecían, se oían lamentos… incluso se dice que hoy puedes oir lamentos muchas noches si paseas por la zona.

Como todas las iglesias venecianas, en ella puedes disfrutar de obras de arte de Tiziano, Tintoretto o Palma el Joven.

Al salir de Santa Maria della Salute, podéis dirigiros a la punta della dogana; donde además de una curiosa estatua de un niño con una rana (ahora cubierta con metacrilato); podéis sentaros a disfrutar de unas maravillosas vistas hacia la Isola di San Giorgio o San Marcos.

 

Decidimos continuar nuestra particular aventura, volviendo sobre nuestros pasos hacia el sestiere de San Marco.

Tras un bonito paseo llegamos (callejeando sin parar y perdiéndonos varias veces) al Campo Manin. Un campo en este caso feo, el que menos me gustó de todos los que vi, sin ningún encanto. Pasamos por ahí para llegar a la Calle della Mandorla y encontrar la pizzería D’Angelo; donde de nuevo nos compramos unas pizzas al taglio espectaculares. Es un local pequeñito con un cartel de papel en la puerta.

Ya nos quedábamos sin luz, pero yo quería rematar el día, y aprovechando que estábamos por la zona, nos fuimos a la búsqueda del Palazzo Contarini del Bovolo. Un encantador Palazzo, famoso por su escalera de caracol (de ahí lo de Bovolo) que se encontraba en reformas y cerrado al público, pero eso no impide que puedas verlo por fuera y disfrutar de lo bonito que es.

 

Estaba anocheciendo, lo que le da un toque aun más especial a Venecia. Si de día Venecia te enamora, de noche te atrapa.

Seguimos paseando tranquilamente hasta el Campo San Lucca para llegar al Ponte Rialto, punto de encuentro de los miles de turistas que visitan esta increíble ciudad.

Al caer la noche, el Gran Canal se viste de gala y luce su mejor cara iluminada creando unos reflejos en el canal verdaderamente espectaculares.

 Ya se iba haciendo tarde y el cansancio ya hacia mella en nosotros, pero no queríamos irnos a descansar sin ver la Piazza San Marco en su ambiente nocturno, así que aprovechando que el hotel estaba cerca nos fuimos hacia allí.

Y de noche nuevamente, la Piazza es otra, estaba solitaria, casi para nosotros. Verdaderamente deliciosa.

Fuimos hacia el Ponte della Paglia para contemplar horrorizados con el Ponte dei Sospiri (famosísimo Puente de los Suspiros) está prácticamente tapado por obras de restauración, y para sufragar estas obras, está lleno de publicidad de una conocida marca de joyería.

 Y ahora si que nos fuimos de retirada al hotel a descansar que al día siguiente nos esperaba otro día intenso en la Mágica Venecia.