Nos quedaba una mañana en la ciudad ya que nuestro vuelo de vuelta salía a las 5 de la tarde, así que pudimos aprovechar el tiempo hasta las 2 de la tarde que salimos hacia el aeropuerto.

Después de desayunar de nuevo en local frente al hotel; el IMPALA, nos dirigimos en metro hacia un punto que teníamos apuntado y que además de eso nuestros amigos de Viajar Code: Verónica, nos insistieron en que teníamos que visitar el Tränenpalast o Palacio de las lágrimas.

De nuevo, este museo es completamente gratuito e incluye una audioguía en el idioma elegido dejando el DNI como depósito.

En 1962 se construyó un edificio en la estación de Friedrichstrasse que servía a la dictadura del Partido Socialista Unificado Alemán (SED) como terminal para las salidas de la RDA a Berlín del oeste.

Se le conoce como Palacio de las lágrimas debido a las situaciones que allí se producían cuando la gente se despedía de sus familiares, de sus parejas o de sus amigos.

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La audioguía completa se hace muy amena ya que el edificio no es muy grande y vas viendo diferentes objetos, cartas, maletas, ropa o incluso la reproducción de un escaparate de las conocidas intershops. Además de nuemerosos videos, existen cartas muy emotivas, como la de una pareja de novios que se prometen esperarse.

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Muy interesante también cómo te explican cómo algunas personas intentaban pasar cosas de contrabando como revistas camufladas en botes de detergente; o cómo te muestran reproducciones de despachos con puertas y cajones secretos.

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Pero si hay algo que pone los pelos de punta son las cabinas de paso al otro lado… puedes entrar en una de ellas que está tal y como eran… Imaginaos esos controles exhaustivos en los que el guardia acribillaba a preguntas a la gente o lo que es peor; que ni siquiera te hablases mientras esperabas a que te pusiesen el sello…

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El edificio fue inaugurado en 2011 y es un fiel reflejo de la división alemana durante la Guerra Fría; y merece mucho acercarse si se tiene tiempo, no es una visita larga. La audio guía completa dura unos 40 minutos si mal no recuerdo y te haces una idea muy fiel de lo que esa gente tenía que pasar allí día tras día.

Al salir, volvimos al metro y fuimos a echar un vistazo a la Iglesia Memorial del Káiser Guillermo; que fue destrozada por los bombardeos durante la II Guerra Mundial.

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En 1950; hubo un plan para demoler esta iglesia neogótica, pero los ciudadanos se negaron a ello y ahora se mantiene como un recuerdo de lo que no debe suceder, de lo insensatas y crueles que son las guerras.

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Ver esta iglesia resulta curioso; tiene un aspecto como de castillo en ruinas y además el contraste con los edificios tan modernos de alrededor resulta de lo más chocante.

Volvimos hacia el tren y nos dirigimos a la última visita que realizaríamos en este viaje; y que nuevamente estaba dentro mis «must»:visitar el Gleis 17.

El Gleis 17 se encuentra en la estación de Grunewald; en el distrito del mismo nombre y para ir debéis coger el S7; la que va dirección Postdam. La frecuencia de trenes es bastante numerosa y el trayecto es relativamente corto.

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Una vez allí tan solo hay que seguir los carteles.

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Convertido hoy en memorial; el gleis 17 es el andén desde donde partían los numerosos trenes de la muerte donde 50000 deportados, partieron primero hacia diferentes guetos y más tarde (en 1941, después de la Conferencia de Wannsse) hacia los campos de Auschwitz y Theresianstadt.

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Miles y miles de personas hacinados en vagones húmedos, oscuros en condiciones ínfimas. Vagones que muchas veces eran sus ataúdes.

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Al lado de las antiguas vías, que hoy son parte de la maleza, se encuentra el memorial, en el que paseando por ellas entre los árboles se pueden leer en sus bordes, el número de tren, el destino y el número de personas. Es una visita muy emotiva y sobrecogedora.

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Al igual que mi amiga Verónica, recorrimos el memorial entero comprobando como ella cuenta en su blog; como hasta la «solución final» aumentó la frecuencia de trenes y número de personas.

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Ya os he contado en varias ocasiones, cómo me afecta todo el tema del holocausto. Este memorial fue una de las cosas más emotivas para mi de toda la visita a Berlín; y estando allí seguía pensando una y otra vez lo que siempre pienso, y el cómo me cuesta llegar a entender que pueda existir tanto odio entre las personas…

Aun con un nudo en la garganta nos paramos a tomar una cerveza en el bar cercano antes de volver a Berlín, donde comimos nuestra última comida alemana al lado del hotel; bien abundante por 16.30€ en total.

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Recogimos las maletas y pusimos rumbo al aeropuerto; donde después de los trámites y esperas permanentes, nuestro vuelo salió puntual, terminando así nuestra «Escapada a la berlinesa».

 

Como resumen deciros, que aunque no es una ciudad que enamore a los ojos, Berlín resulta una ciudad increíblemente atractiva, llena de contrastes; llena de cosas que hacer y visitar, y en la que todos los días que estés te resultarán pocos. Una ciudad a la que sin duda volveremos para disfrutarla aun más, como todas las ciudades que se visitan después de la primera vez.