De nuevo comenzábamos la jornada levantándonos bien temprano; sarna con gusto no pica, y hoy muchísimo menos ya que nuestra primera visita del día sería a uno de mis lugares preferidos de Roma: La Galleria Borghese.

Aunque hay autobuses que te dejan más cerca de la entrada, fuimos en metro porque aparte de tenerlo casi en la puerta, queríamos pasear un poco por Villa Borghese. Yo había hecho la reserva previamente por teléfono (son visitas de dos horas en grupos reducidos). Una vez recogidas las entradas y dejado las cosas en la taquilla (no puedes meter la cámara de fotos, está prohibidísimo) nos tomamos un café esperando que abrieran las puertas.

No hay palabras suficientes para describir todas las maravillas que puedes ver en esta preciosa galería de arte. Y claro para un enamorado de Bernini como yo esto es el paraíso; ya que se encuentran muchas de sus obras más impresionantes: Apolo y Dafne, El rapto de Proserpina, el David… Destacar también la Josefina Bonaparte de Cánova así como su pinacoteca con cuadros de Rafael, Caravaggio. Una verdadera maravilla, una pena que solo te dejen estar dos horas dentro… porque te puedes pasar horas y horas contemplando las maravillosas esculturas.

Nuestra siguiente parada era el Ponte Milvio; así que nos fuimos un poco a lo loco, bajamos paseando por la Villa Borghese y nos montamos en un tranvía, pero nos dimos cuenta (después de un largo paseo) que íbamos por un sitio equivocado… hasta que nos dimos cuenta que estábamos al lado del Vaticano ¡!! Jajajaja así que cogimos el metro y volvimos a Piazza del Popolo (menos mal que el metro funciona perfectamente, fácil y rápico) y allí cogimos el autobús número 2 (sustituía en ese momento al Tram 2 que es el que debíamos coger). Nos bajamos en Via Tiziano, la siguiente parada al estadio. La visita a este puente no es otra que la de sentirse un poco adolescente, ya que al haber leído los libros de Federico Moccia (si, no son para Nobel, pero está bien rejuvenecer de vez en cuando) nos apetecía ir a colgar un “candado del amor”; y ver los miles de candados que hay colgados en todo el puente y las farolas.

 

Para volver se hace el camino a la inversa con el mismo autobús. Nos fuimos dirección Trastevere a comer a un restaurante que nos habían recomendado: Carlo Menta, en Via della Lungaretta 101. Resultó ser todo un acierto, aunque hay bastante gente, y están las mesas un poco juntas (como en la mayoría de restaurantes por allí); la relación calidad precio es buenísima. Totalmente recomendable (tanto que repetimos al día siguiente para cenar).

Después de comer, nos fuimos a San Pietro in Vincoli para ver otra gran obra de arte: El Moisés de Miguel Angel. Impresionante escultura que iba a formar parte de un grupo escultórico con 40 figuras (no me quiero ni imaginar cómo sería aquello). Incluso te da un poco de respeto mirar esa escultura… con esa cara de mala leche. Los acabados en el mármol son perfectos. En esta iglesia también se encuentran lo que se dicen son las cadenas con las que San Pedro estuvo encandenado (In vincoli).

Y más relajados nos fuimos a ver algo que está un poco alejado del “meollo turístico” pero que sin duda, desde mi punto de vista es de visita obligada para cualquier amante del arte y la arquitectura. La Basílica de San Paolo fuori le mura (San Pablo extramuros); otra de las grandes basílicas. Recomendable entrar por la parte del claustro: maravilloso, una preciosidad. Con la estatua de San Pablo presidiendo la entrada y los frescos dorados de frente. 

 Una vez dentro te sorprendes de la inmensidad y la sencillez que tienes ante ti. En el techo, rodeando todas las naves están los medallones con todos los retratos de los papas incluyendo el del último. Y cuenta la leyenda que cuando no haya espacio para más; ese día terminará el mundo.

Se terminó por hoy la arquitectura clásica, y nos íbamos a ver algo más moderno y esto si que fuera de los circuitos turísticos: El Palazzo della Civitá del Lavoro, más conocido como Coliseo Cuadrado; en el zona del EUR. Para ello cogimos la línea B de metro y nos bajamos en la parada EUR magliana. Esta obra fue diseñada para la exposición universal de 1939 (que no llegó a celebrarse, por estallar la II Guerra). Es un ejemplo de la llamada arquitectura fascista.

Y tras otro intensísimo día en Roma, nos fuimos de regreso al hotel a descansar un poco hasta la hora de cenar. Se nos hizo un poco tarde esta vez pero no nos importó, cenamos algo rápido relajadamente cerca del Vaticano (esta vez el paseo nocturno nos llevó allí). Fue precioso ver la Plaza San Pedro casi vacía (no era tarde, serían como las 10), solo había una familia emocionada al ver iluminada la ventana del Papa.

Tras hacer unas bonitas fotos de la plaza, la via della conciliazione y el castel, nos fuimos ya a dormir… mañana más ¡

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